Una Nación Ecológicamente Civilizada

¿Por qué la formación de una Nación Ecológicamente Civilizada (NEC) lleva tanto tiempo? Todo corresponde a la gestión del Bien Común y un nivel de conciencia que asegure un bienestar interdependiente para todas las manifestaciones de vida.

No se trata únicamente de proyectos ecológicos, sino de valores colectivos fundamentales. Es un error organizarnos solo alrededor de la prosperidad material.

Ni se trata de “equilibrios físicos”, sin negar su importancia; por ej., ciclo del agua, biodiversidad… Una NEC se rige por “leyes humanas”, “leyes naturales” y “leyes espirituales”.

Somos el espejo de nuestra conciencia colectiva. Necesitamos una nueva conciencia, sincronizada con la Creación, donde hay co-igualdad entre todas las formas de vida —el fundamento de la ética que debe congregarnos para evitar destruir la naturaleza.

La vida es un acto de mutualidad, para un destino compartido como nación. Hay que empujar los límites políticos y gestionar mejor los bienes comunes.

Nuestra gobernanza es débil y exige una profunda reforma humano-institucional y asegurar un desarrollo y transformación de todas, todos y todo. Evidentemente, va más allá del interés de algunos sectores.

Esta gobernanza debe construir una “eco-democracia”, que garantice una eco-eficiencia y eco-competitividad, empoderando comunidades e instituciones ciudadanas. Así, surgiría una nueva identidad, alejada de lo homocéntrico.

Aspirar a otro umbral de desarrollo necesita de ecología y conciencia. Es nuestro estado de conciencia el que define la transición que anhelamos. Todo, fruto de un gran despertar espiritual, embebido de nuevas formas de discernimiento, reciprocidad, comunicación y comunión.

Hoy, comulgamos con otros humanos, donde la relación con la naturaleza es solo utilitaria. Reciprocidad y comunión son el andamio de la justicia humana, ecológica y espiritual.

Muchas dimensiones espirituales están incorporadas en la jurisprudencia de derechos y responsabilidades. Los derechos no son solo instrumentos jurídicos; son imperativos morales, representando un sistema de valores normativos.

El derecho a la vida, naturaleza, y generaciones futuras… tienen todos atributos espirituales. Los derechos no están asignados solo a nuestros “cuerpos”, sino también a nuestras “almas”.

Los derechos colectivos adquieren sentido en sociedades que reconocen la realidad interdependiente entre el ser humano y la naturaleza. Los derechos de la naturaleza forman una realidad inseparable de los derechos humanos. Hoy se habla de derechos humanos como si fuesen superiores a los de otras formas de vida, excluidas de sus derechos.

No es una relación jerárquica, sino de interdependencia mutua. Necesitamos una forma iluminada de experimentar la realidad; por ej., no necesitamos destruir la naturaleza para hacer el bien humano.

Una eco-espiritualidad sirve para darnos cuenta de que: (i) la tierra no es una cosa sino un ser vivo; (ii) tenemos una mente natural y un cuerpo natural, y (iii) no hay inteligencia diferenciada entre el ser humano y la naturaleza.

Aquí, algunos principios ecoespirituales. “La totalidad de la vida”: todas las formas de vida tienen un derecho inherente.

“La interdependencia total”: todas las formas de vida son interdependientes.

“Cuidar lo creado”: no podemos entregar a nuestra descendencia un país cuyo estado de vida y bienestar sean inferiores al que nos ha sido entregado.

“No somos dueños de la naturaleza”: somos parte de una matriz de vida, con derechos y responsabilidades.

“Los derechos de las generaciones futuras”: no podemos limitar las habilidades de autorrealización de esas generaciones.

“Nunca ha existido el derecho a destruir”: no habrá una NEC si aceptamos la destrucción por la destrucción.

“Los valores espirituales importan”: necesitamos una revolución de valores hacia valores espirituales, humanistas y colectivos.

Todo es más que una conexión empática con la naturaleza. Debemos respetar la Creación y abrirnos al derecho de la naturaleza. Esto corresponde a un nivel único de conciencia.

El futuro de la humanidad depende de la “danza” entre la conciencia humana y la conciencia de la naturaleza. Una NEC no responde a un paradigma centrado en la naturaleza. Ese no es el camino.

Tampoco es cuestión de elegir entre un enfoque homocéntrico y otro ecológico. Esto es una falsedad ecológica. El imperativo es encontrar una visión superior de la realidad, nacida de una conciencia elevada.

El “gran puente” entre la Ley Humana y la Ley Natural es la Ley Espiritual, y el vehículo para atravesar ese puente es el derecho de la naturaleza. Negarlo valida comportamientos irresponsables y condena a nuestro ADN natural a su extinción.

 

Alfredo Sfeir Younis – Dzambling Cho Tab Khen – 13 de Febrero 2023Columna de Opinión en diario El Mercurio